En días de tormentas primaverales, algunas demoledoras como las caídas en el Piemonte, se hace complicado decidir un plan lo suficientemente atractivo y, a la vez, sin la presión de las masas turísticas. Con tales premisas nos decidimos por apuntar a una pieza de enormes dimensiones, en pleno centro, y hasta con boca de metro en la misma entrada. El Cimitero monumentale di Milano.
No es necesario resaltar la histórica tendencia de los italianos a la grandiosidad en sus obras públicas, algo, por otra parte, comprensible si tenemos en cuenta sus raíces romanas. El Renacimiento, en la obra civil, bebía de esos orígenes para reflejar la grandeza de familias como los Medici, Sforza, Montefeltro, Colonna, etc. y ya, llegados al Risorgimento, la expansión de las ciudades italianas de la mano del nuevo urbanismo fue la arena para la expresión de esa grandeza constructiva italiana, como la propia Milán.
Con estas premisas cabía esperar un espléndido ejemplo de arquitectura y escultura en esta visita, pero, desde la misma explanada exterior empezamos a darnos cuenta de que el calificativo monumental quizás no era suficiente. Un edificio enorme, con apariencia de iglesia se abre en dos alas hacia el centro de la ciudad, con una enorme estructura central, la iglesia, en cúpula, y todo ello en mármol blanco.
Podría pensarse que es suficiente, pues las alas alojan galerías abiertas en las que se disponen tumbas familiares con profusión de grupos escultóricos. Las partes bajas acogen un gigantesco columbario en el que las paredes libres están tapizadas con placas recordatorio de diversos caídos en las guerras del Risorgimento o en la Gran Guerra.
Traspasada esta impresionante entrada se accede a la zona abierta, enorme, gigantesca, en la que hay substancia para ir con una bolsa de pícnic y pasar un día entero. Es aquí donde se echa en falta un folleto o un librito que guíe al visitante, pues las posibilidades son muchas, de modo que nosotros optamos por dejarnos llevar a lo largo de las avenidas, entre mausoleos y vericuetos arbolados, esperando descubrír alguna joya.
Llama la atención la enorme cantidad de escultura en bronce y también en mármol; con especial mención a algunas tumbas de caídos o desaparecidos en combate, o en cautiverio.
Al doblar una esquina nos atrae una gigantesca Última cena en bronce, sobre un pétreo pedestal, con figuras de más de dos metros y que, observada de cerca, no es sino el mausoleo de la familia Campari, aquella de la famosa bebida italiana.
Más allá, aunque esta expresión quizás no sea adecuada dado el lugar, un humilde soldado parece guardar el descanso de sus vecinos.
Son los mausoleos, sin embargo, los que más atraen la atención, pues pareciera que las familias pudientes hubiesen entablado una competición por ver quién luce más y más tiempo en la otra vida, como si no supiesen los que aquí descansan que es, además de definitiva, una dimora igualitaria. Uno de estos chalets me llama especialmente la atención pues parece inspirado en la columna Trajana de los Foros imperiales y reproduce un increíble Vía cruces. Una inversión para la eternidad que hoy disfrutamos algunos viajeros particulares.
Antes de abandonar el Cimetero, para una cita mucho más terrenal, aún descubrimos un último mausoleo de factura extraordinaria, que ese inexistente folleto nos deja huérfanos de la información necesaria sobre la identidad de los mandantes pero que, a mí, en cualquier caso, me conmueve al ver cómo brilla el morro de una de las vacas, frotado, en superstición poco cristiana , buscando algún tipo de sortilegio.
Sólo nos queda acudir al encuentro de una fastuosa bistecca fiorentina para lo que tomamos el metro hasta plaza Loretto, con el tiempo justo que no nos permite detenernos para imaginar el cuadro del Duce y Clara Petacchi, recién fusilados por los partisanos, colgados allí por los pies para mofa y escarnio de un populacho insano.
De la bistecca sólo señalar que, aunque la vaca no era chianinna, estaba excelentemente preparada, pura mantequilla, y las láminas de alcachofa cruda , con escamas de parmigiano y aceite de Calabria que tomamos como anti pasto resultaron un descubrimiento para tomar nota para el futuro, Ostería la Bistecca. Ye lo que hay.
No comments:
Post a Comment