Demientres la seronda de 1995 atopábame en Bosnia, y, anque
nun cayía direutamente na mio responsabilidá, allá una vegada acompañé a una de
les unidaes de nueso pa dar seguridá a la policía encarregada d’allevantar un cadávre
descubiertu nuna zona alloñada de la nuesa área de responsabilidá. Interesaba
conocer el tarrén, daqué que sí entraba nes mio competencies.
A midida que mos averábemos al puntu au reposaben los restos el
golor diba en amontando. Penetraba pelos nuesos furos nasales de forma imparable,
picante, potente, cheirientu. Paecía invitanos a alloñanos d’ellí, y ello ye
que namái’l sentíu del deber mos caltenía tres el paisanu conocedor del llugar
exactu, hasta llegar xunto a lo que quedaba d’aquel probe desgraciáu, tres ser
pastu d’estremaos carroñeros, de pelu y pluma.
Años depués supe que en la universidad de Lovaina habían
hecho un estudio y descubierto que los cadáveres humanos desprenden hasta
cuatrocientas y pico substancias volátiles, más que ningún mamífero, y es la
cadaverina, que suele tener forma líquida, la más olorosa y desagradable de
todas ellas. Es la principal responsable de que, instintivamente nos alejemos
de los cadáveres y, al tiempo, la señal de llamada de los carroñeros. Ye lo que
hay.
No formando parte del Congreso de diputados, ni tampoco
invitado a sus sesiones, me quedo con la incertidumbre sobre el olor de nuestra
cámara, es decir, que no sé si huele a cadáver; aunque otros signos visuales me
alertan de que puede que alguien esté entrando en un periodo de descomposición
orgánica, aunque no sea aún consciente de la situación, o, aún peor, no quiera
darse por enterado.
Observo que los congéneres de nuestro presidente parecen
tomar distancia, política se sobreentiende puesto que no dudo que se ducha todos
los días, y, por otra parte, los carroñeros de nuestra clase política, léase
aquí independentistas y ultraizquierdistas de toda laya, o aquellos interesados
en la erosión, ya que no alcanzan para destrucción, del estado, parecen
lanzarse sobre la agotada figura del doctor Sánchez como si hubiesen detectado
la llamada de la cadaverina. Es una situación que ya experimentó el señor
Casado de forma súbita y casi relampagueante; es el viejo “de árbol caído todos
hacen leña” que una y otra vez se repite en el mundo de la política, en la que
siempre hubo devoradores de carroña.
Sánchez parece convertirse en una carga para algunos y
podremos medir la intensidad del mal olor en los próximos días con las
esporádicas, mínimas, apariciones de nuestro presidente en la campaña para las
andaluzas, en las que es más que dudoso que el pretendiente socialista, señor
Espadas, tenga interés en verse asociado a alguien que trae olor a cadáver, y
poco valor añadido puede aportar a su campaña.
Raúl Suevos
A 13 de mayo de 2022
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